Todo gran proyecto ambicioso nos presiona y obliga a salir
de la zona de confort. Este círculo nos envuelve en una esfera rutinaria de
miedo y apatía. El mundo y la vida cambian constantemente y tenemos que adaptarnos
a esos cambios.
Los líderes
de estos nuevos tiempos son aquellos que, en vez de quejarse, buscan soluciones,
tienen alternativas y actúan remontando
el marcador.
Sin embargo cuando alteramos la rutina, un mundo conocido nos
produce miedo. ¿Por qué? Porque no hemos aprendido a correr riesgos y atrevernos a “lanzarnos sin
paracaídas”.
Ensayistas
y neurocientíficos han coincidido que cuando cruzamos el caudaloso río del cambio
nos enfrentamos a dos peligros:
Los demás y nuestros propios temores.
Analicemos por favor:
1. Los demás: a la gente no le gusta que cambiemos
aunque sea una cuestión de mejoría. Se han acostumbrado a que seamos de
determinada manera y les inquieta no tenernos “controlados” tal como nos
conocen. De ahí que cuando comenzamos a nadar a la otra orilla nos gritaran que
volvamos. Así que: nunca escuches a los demás cuando te has decidido a cambiar.
2. Nuestros propios temores: el cambio a veces, es
como cruzar un río de agua fría. Muchos se lanzan al agua, y al llegar a la
mitad del río dicen “está fría” y se regresan hasta donde estaban, a su zona de
confort. Nadie nos dijo que el cambio sería incómodo. Por lo tanto, la segunda
ley será: “Nunca escuches tus miedos cuando te has decidido a cambiar.
En síntesis, cuando sepas lo que debes hacer, tírate al agua
y no pares de llegar hasta llegar a la otra orilla. Luego podrás escuchar y
analizar lo que sea, no vuelvas atrás ni te ahogues a medio camino.
LOS SERES NECESITAMOS TODOS LOS DÍAS ACCIÓN A CUALQUIER PRECIO